sábado, 4 de julio de 2009

Lo Esencial en el Sentido

He llegado a la conclusión, sobre el Sentido, que aquí me ocupa cada cierto teimpo, que este radica finalmente y en forma esencial, en la vitalidad.

En la vitalidad en cuanto exista el proceso de la vida, procurando prolongarse en el tiempo.

Porque mientras el proceso vital, que conlleva la existencia de cualquier unidad, constituida en identidad viva, se aferra a las posibilidades a su alcance para mantener el proceso vital de autosustentación activo, sin interrumpir el intercambio con el medio, que le permite mantenerse en la existencia. Entonces habrá ese Sentido en todo lo que haga y en lo que no haga, con tal de permanecer, resistiendo la entropía, que amenaza constantemente con diluirlo e indiferenciar sus límites y su identidad, hasta que ya deje de constituir una identidad y con ello una existencia, anulándose todo proceso capaz de autosustentarse por sí mismo, y extinguiéndose con ello el Sentido que no puede habitar ya sobre la más mínima conciencia, aún cuando sea la mera conciencia de estar.

Sentido habrá, por lo tanto, mientras la más simple ameba, la bacteria, o lo que sea un proceso de autosustento autónomo, autorregulado, y eficiente, con esa tendencia a adaptarse y a prolongar sus procesos autorregulatorios en el tiempo, esté procurando evitar detenerse, o estancarse, o desdibujarse, perdiendo su identidad. Porque si se estanca y se detienen sus procesos de autorregulación que le permiten ser una identidad, diferenciada de su medio, entonces se diluye y desaparace.

Y el sentido mínimo entonces está ahí, por último, cuando nos resistimos a desaparecer, cuando luchamos por sobrevivir, cuando deseamos permanecer, aún en la agonía, última lucha que damos resistiéndonos a abandonar lo que nos circunscribe, lo que nos dibuja. El sentído último del ente está en el Ser.

Y es así como el moribundo, el torturado, el hambriento, el amor no correspondido, el desplazado, el cautivo, el naúfrago. Todos. Querrán vivir. Porque el sentido último está en el Ser. En al menos estar, en medio de la existencia, constituídos en una identidad.

Así el tedio insoportable del depresivo, el dolor insufrible de quien ya padece el dolor, el abandono o el olvido, no serán suficientes como para que se pierda el último Sentido, el Sentido esencial. Permanecer y prolongar en el tiempo el Ser. Aún cuando pudiera no haber esperanza o conciencia, el Sentido está.

En el estado de coma, en la planta, en el estado vegetal, en la vida infra celular, el sentido está.

En el ser humano los niveles de integración que permiten que emerja la conciencia humana complejizan la identidad del Ser que de constitución material se eleva a constitución de identidad psicológica con conciencia histórica. Entonces el riesgo a desdibujarse, y a diluirse para el ser humano también está presente en los diversos niveles en que habita simultaneamente.

El espacio social a partir del cual dinámicamente va monitoreando y redefiniendo su identidad. El espacio afectivo, donde busca el reconocimiento y la confirmación. Y el espacio subjetivo individual donde en la relación consigo mismo elabora también la relación con el tiempo, el espacio, y la anticipación de lo inevitable, la inevitable disolución del propio Ser.

Así la esperanza puede llegar a convertirse en el último recurso y hasta en un secreto. También la desconexión temporal o definitiva dejando a su propia suerte los niveles materiales de la existencia. Confiando intuitivamente que podrán llegar más lejos tal vez sin intervenir.

El suicidio, tabú, en esta discusión irrumpe como pregúnta categórica que objeta seguir adelante con este análisis si no se considera esta excepción en caso que así lo fuera. Presumo que no lo es. Que debe haber algo en aquel acto fianal que reafirma al Ser y que impresiona debido a su radicalidad.

Pero a ese capítulo habrá que dedicarle otro momento cuando el gato no ande brincando por esta galería, y cuando el fuego de la estufa no me esté requiriendo otro leño, y cuando pueda robarle nuevamente al día o a la noche al menos una hora para volver a escribir.